Esp. Mónica
M. Soto Verchér
Carrera Licenciatura
en Enfermería
Facultad de
Ciencias de la Salud
Universidad
Nacional de San Luis
Argentina
Historia de la Enfermería en el cristianismo
La historia de la enfermería es la historia de la
humanidad. Las acciones de cuidado han estado presentes a lo largo de la
historia y son inherentes a la vida.
El cristianismo expresa su amor a Dios a través
del cuidado y el amor a los pobres y enfermos.
La enfermería recibe una gran influencia del
cristianismo; valores como la solidaridad, el respeto a la vida y el amor son
reafirmados por la doctrina de Cristo[i]. A esta
etapa de la evolución de la Enfermería es la que Colliere[ii] define
como Vocacional dado que era ejercida
por mujeres consagradas a la religión en sus orígenes.
A medida que las comunidades cristianas crecieron,
surge la necesidad de organizar los servicios de caridad, a cargo de los
diáconos y diaconisas, quienes se encargaban de visitar a los pobres, para
distribuir limosnas y cuidar de los enfermos. Los diáconos visitaban las
prisiones para intentar la liberación de los presos y socorrían a las familias
cuando estos morían. Otra forma de ayuda era el hospedaje a viajeros y
peregrinos; la caridad cristiana se extiende progresivamente a los paganos.
Cuidadoras de la Antigüedad. Las Diaconisas
Diaconisa viene del griego diakonos, que significa servicio. Estas cuidadoras se encuentran en
el periodo de transición de la edad antigua a la media, profundas revoluciones
ocurren en el mundo y nada es blanco o negro. La incertidumbre es el patrón de
medida de la vida humana.
El nombre de diaconisas
era dado a ciertas mujeres devotas consagradas al servicio de la Iglesia y que brindaban
los servicios que no podían prestarles los diáconos por pudor, decencia. En
tiempo de las persecuciones cristianas, cuando no se podía enviar un diácono a
las mujeres para exhortarlas y fortificarlas, se les enviaba una diaconisa.
La
incorporación de la mujer de buena cuna y sin marido a las prácticas de cuidado-curación
estuvo relacionada con la posición social de la mujer romana y la doctrina
cristiana de amor y ayuda al prójimo. El cristianismo amplió el campo de
trabajo de la mujer en las tareas domésticas del hogar y de enseñanza
cristiana, y permitió el acceso de mujeres a asumir con liderazgo las tareas
caritativas. Tenían múltiples funciones como colaborar en el sacramento del bautismo,
cuidar y visitar a los enfermos, llevarles comida, dinero, vestido, atención
física y espiritual, entre otras.
Pablo habla de ellas en su carta a los romanos:
“debe tener no menos de sesenta
años, haber sido esposa de un solo marido, gozar de una buena reputación por
sus obras, si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado
los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda
buena obra”.
Febe (siglo I dC.)[iii] sólo aparece mencionada una vez, en la Carta
de San Pablo a los Romanos:
"Os recomiendo
además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que
la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en
cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y
a mí mismo" (Romanos 16:1,2).
Plinio el joven, (siglo I
a.C.) en una de sus cartas a Trajano
hace saber a este príncipe que había
hecho dar tormento a las diaconisas a quienes llama ministrae.
Al principio se las ordenaba por imposición de
manos (Keyrotoneyn) a
viudas mayores de 40 años o a vírgenes que no se casaran. Se la presentaban primero al obispo delante del
santuario con un pequeño manto (velo) que la cubre el cuello y los hombros, que
se llama maforium al estilo de las
vestales romanas.
En los primeros siglos del cristianismo, es muy importante la
labor de las mujeres cristianas como sanadoras y cuidadoras (siglo IV):
Olimpia la joven[iv], perteneciente a la nobleza griega de Antioquía, luego de quedar
viuda en Constantinopla, se consagra al servicio de la iglesia sirviendo como
una diaconisa. Creó un hospital, un orfanato y dio asilo a monjes exiliados de
Nitria.
Fabiola[v] una de las quince matronas romanas seguidoras
de San Jerónimo que cuidaba de los pobres creó el primer hospital público para
tratar a aquellos que eran abandonados por sufrir enfermedades que provocaban
fuerte rechazo social. También el fundado por San Basilio de Capadocia y su
hermana Macrina[vi],
quienes habían estudiado en Atenas.
San Crisóstomo de
Antioquía, arzobispo de Constantinopla a finales del siglo IV y principios del
V, menciona varias diaconisas, entre ellas Olimpia,
viuda y diaconisa a los veinte años, quien fue cabeza de una comunidad de
mujeres dedicadas al cuidado y curación de los enfermos. La madre de San
Crisóstomo, Aretusa, colaboró con él
en el control de trescientos cuarenta y siete hospitales conectados con
iglesias en Constantinopla. Teodoro Prisciano alaba, entre otras, el trabajo de
tres mujeres del siglo IV a quien conoció personalmente: Leoparda, Salvina y Victoria.
Asimismo en el
siglo IV encontramos a Santa Mónica de
Hipona, la madre de San Agustín, quien atendía a los pobres y enfermos
utilizando sus propios medicamentos cuando era preciso, cuidando a las
parturientas y dando alivio a los moribundos. Juntos estudiaron y discutieron
la viabilidad del feto, decidiendo que un bebé era viable desde el segundo mes
de vida intrauterina, y un ser legal desde el cuarto mes, cuando se
diferenciaba el sexo. Esta decisión resolvió la controversia dentro de la
Iglesia durante siglos.
En el siglo V, encontramos a San Benito de Nurcia y su hermana Escolástica quienes recorrieron Italia
atendiendo a los enfermos y enseñando a otros a hacerlo durante una cruda
epidemia. Mientras San Benito iniciaba su orden, Escolástica fundaba hospitales
y preparaba enfermeras enseñándolas a bañar y cuidar a los enfermos,
administrarles el alimento, atender a los moribundos, etc.
La ordenación de diaconisas en el medioevo
Respecto
a la ordenación igual o diferente de los varones existe mucha documentación
conciliar contradictoria. En esos momentos existe tensión entre las iglesias
cristianas, incluyendo católica que se resiste y sectores reformistas que
proponen ministerio femenino argumentando igualdad de género y de derechos. Por
ello, las evidencias de las manifestaciones del cuidado femenino en los albores
del medio evo, parecen haberse modificado, o al menos complejizado al momento
de señalar patrones de comportamiento en un momento de cambios de paradigmas
culturales.
No se sabe a punto fijo cuando cesaron las
diaconisas porque no cesaron al mismo tiempo en todas partes.
En los primeros tiempos el
ministerio de las mujeres era necesario para instruir con más facilidad a las
demás mujeres y desengañarlas de los errores del paganismo. Servían también para administrar el bautismo con más
decencia pero que esto no era ya necesario cuando no se bautizaban sino niños.
Es preciso también añadir que ya no se bautizaba por inmersión en la Iglesia latina.
Su rol fue adoptado por abadesas y monjas en el
medioevo. Quintero Laverde sostiene al respecto:
“El creciente auge y posterior desarrollo de la vida en los
monasterios, hizo que las diaconisas fueran desapareciendo. Sin embargo, hay un
resurgimiento de ellas en otros periodos relacionados con los movimientos
religiosos, como es el caso de la Iglesia luterana y otras iglesias
protestantes” (del
siglo XVII).
Conclusión
La enfermería ha recibido gran influencia del
cristianismo. Valores como solidaridad, respeto a la vida y amor al prójimo son
deseables para quien ejerce la enfermería. Sin embargo, aspectos como la
abnegación, la pasividad, la sumisión y la estricta disciplina, a la vez que la
obediencia absoluta a otros quienes decidían y ordenaban las acciones de
cuidado que se exacerbó en el medioevo y edad moderna, obstaculizaron el
progreso de la profesión. El criterio individual de la enfermera y la autonomía
para la toma de decisiones con relación al cuidado de los pacientes, estuvieron
olvidados por mucho tiempo.
[i] Quintero
Laverde M. C. (2009) Enfermería en el mundo cristiano. Revista Aquichán. Univesrsidad de la
Sabana, Colombia. http://aquichan.unisabana.edu.co/index.php/aquichan/article/view/13/24
[ii] Colliere M.F. (1993)
Promover la vida. De la práctica de las mujeres cuidadoras a la práctica de la
Enfermería. Interamericana-McGarwHill.
[iii] Rabre Jordá R. (2011) Santas poco
conocidas. Articulo. http://preguntasantoral.blogia.com/2011/011301-santa-febe-la-diaconisa..php
[iv] Saints sqpn.com. (2013) Santa
Olimpia de Constantinopla. http://saints.sqpn.com/saint-olympias-of-constantinople/
[v] Iglesias Aparicio P. (2003) Mujer y Salud. Cap. VI. Las
mujeres en la historia del cuidado de la salud. . Tesis
doctoral. Universidad de Málaga. http://www.biblioteca.uma.es/bbldoc/tesisuma/16272791.pdf
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